Publicado originalmente por Les Zaitz, The Oregonian el 14 de abril de 2011 a las 2:31 PM, actualizado el 15 de abril de 2011 a las 3:03 PM.
Rajnishes en Oregón -- La historia no contada: Mientras los problemas crecen para los rajnishes en 1984, una Sheela cada vez más inestable continúa su violenta campaña contra los enemigos.
Rajnishes en Oregón -- La historia no contada: Mientras los problemas crecen para los rajnishes en 1984, una Sheela cada vez más inestable continúa su violenta campaña contra los enemigos.
En el otoño de 1984, Ma Anand Sheela creyó que tenía ventaja para jugarse un "Hagamos un trato" con el gobernador de Oregón.
Quería que Vic Atiyeh, un republicano en su segundo mandato, eliminara tres problemas importantes que afrontaban los rajnishes.
A su vez, ella eliminaría un problema que afrontaba el estado - qué hacer con miles de hombres sin hogar importados a Oregón para intentar alterar las elecciones locales, y que ahora están tirados en las ciudades aledañas a causa de los rajnishes.
Ella no pudo conseguir una cita con Atiyeh, pero su jefe de personal, Geraldine "Gerry" Thompson, organizó para la noche una reunión secreta en un edificio de oficinas del estado en el centro de Portland.
Thompson llegó con el jefe de la Policía Estatal Oregón, quien discretamente puso oficiales en todo el edificio. Sheela llegó con Swami Krishna Deva, el alcalde de Rajnishpuram y parte del escuadrón de trabajos sucios de la comuna.
Thompson, muy consciente de la volatilidad de Sheela, estableció las reglas. No habría gritos. No habría ninguna palabra soez.
Sheela empezó con sus requerimientos.
Ella quería que el gobernador ayudara a resolver los problemas de visado para que su gurú pudiera evitar la deportación. Ella quería que el Estado abandone su caso en la corte con el fin de buscar separar Rajnishpuram de su ciudad. Y quería que los obstáculos sobre uso del suelo fueran removidos para que la construcción de su complejo pueda continuar a buen ritmo.
A cambio, dijo ella, los rajnishes podrían ayudar a que las personas sin hogar que quedan regresen al lugar de donde vinieron.
Actuando bajo la autoridad de Atiyeh, Thompson dijo que no había trato. Cada vez más enojada, Sheela adoptó una conducta abusiva y profana.
Thompson finalmente estrelló la palma de su mano sobre el escritorio. "¡Eso es todo! Reunión terminada." Sheela se malhumoró más mientras salía por el vestíbulo, arrojando invectivas.
Pero Krishna Deva, más conocido como KD, volvió la cabeza hacia atrás para la oficina y le dijo a Thompson, "Continúa comunicándote con nosotros." Los dos establecieron un vínculo privado, y desde entonces él mantuvo a Thompson informada de los detalles más íntimos de lo que sucedía en el rancho, incluyendo el creciente peligro.
El temor de Sheela y su elite se profundizó. Ella aseguró la lealtad de todos ellos con privilegios que nadie más en la comuna tenía: habitaciones privadas, coches, vestuario especial. Juntos percibieron unas amenazas cada vez mayores desde fuera como desde dentro.
Temían que su gurú se viera perjudicado por los vigilantes o detenido por las autoridades en lo que ellos estaban seguros que sería un acto ilegal. Temían perder sus propios puestos exclusivos en la secta.
La apocalíptica visión del selecto grupo no fue compartida por los sanniasins de a pie, quienes se centraron en el trabajo diario, en la meditación y en elaborar una vida destinada a ser un modelo global. Ellos no compartían la paranoia de Sheela, y algunos estaban avergonzados de sus públicas diatribas.
Pero la mayoría solo miraba sin protestar.
Sabían que Sheela y su equipo ejecutivo castigaban con rapidez a escépticos y retadores. Los comunes y corrientes podían ser enviados sin aviso a una nueva vivienda o trabajo. Uno de los principales abogados de la comuna contrarió a Sheela y pronto se encontró conduciendo una topadora.
La más temida sanción era la expulsión.
Se les decía a los sanniasins que se quejaban que podían - o debían - dejar la comuna. Sin embargo, para llegar allí, en primer lugar, los fieles solían vender todas sus posesiones, donar la mayor parte de su dinero a la comuna, y cortar los vínculos con familiares y amigos de afuera. La mayoría verdaderamente creía que el Rancho Rajnísh era su hogar de por vida.
¿A dónde irían si eso les fuera arrebatado?
Brigada de Incendiarios
A finales de 1984, Sheela y su equipo estuvieron más desolados que nunca.
Estaban exhaustos. Para seguir adelante, Sheela contó con un régimen de medicamentos. Los nervios tanto la dejaban sin dormir que recurrió a un goteo intravenoso para la sedación. Para ella y los demás, la extenuación hizo que sus demonios aparecieran más amenazantes que nunca.
Uno era Dan Durow, el planificador del condado de Wasco cuyas medidas de ejecución ralentizaron o detuvieron construcciones en el rancho. Estaban especialmente preocupados de que él hubiese documentado construcciones ilegales en el rancho.
En su cerebro empañado de fatiga, Sheela razonó que Durow no podría actuar en contra de la comuna si su oficina fuera destruida. A altas horas de una noche de invierno a principios de 1985, Sheela se reunió con una media docena de otros para repasar las fotografías y mapas de la casa que había sido convertida en oficinas para el Departamento de Planificación del condado de Wasco. Decidieron prenderle fuego.
Sheela hizo un llamado a los operarios de confianza: Ma Anand Ava, nacida como Ava Avalos, y Ma Dhyan Yogini, nacida Alma Peralta; y Swami Anugiten, un arborista anteriormente conocido como Richard Langford. El equipo usó nombres falsos para alquilar un apartamento en Portland como casa segura y trajeron un Buick escondido en el aeropuerto para tales misiones.
Ava condujo al equipo al este en la autopista hacia The Dalles y cerca de la medianoche dejó a Yogini y a Anugiten a pocas cuadras de la oficina de Durow. Los dos, forcejeando, abrieron una ventana, se arrastraron dentro y cerraron las cortinas.
Durante aproximadamente una hora, Yogini y Anugiten revolvieron armarios y escritorios, esparciendo papeles gubernamentales por todas partes. Para iniciar el fuego, colocaron ocho velas dentro de pedazos cuadrados de cartón mojados con gasolina de mechero. La pareja quería que las velas actuaran como temporizadores, inflamando el cartón una vez que ellas se quemaran hasta abajo. Los dos incendiarios prendieron las velas, salieron sigilosamente de vuelta por la ventana, y la cerraron. Pero eso privó a las velas de oxígeno, y sólo dos velas funcionaron.
En su viaje de vuelta a la casa segura, los incendiarios se deshicieron de su ropa, impregnada de la gasolina de mechero. En Portland, llamaron a un directivo del rancho en una señal preacordada que significaba "misión cumplida".
De vuelta en The Dalles, un motociclista que pasaba llamó a la alarma, y los bomberos extinguieron rápidamente las llamas antes de que hubieran más daños. El calor fundió parte de la computadora principal del Departamento de Planificación, pero el disco duro se mantuvo intacto. Algunos papeles se quemaron, y otros fueron dañados por el agua. Pero Durow y su grupo estuvieron de vuelta en el negocio después de dos semanas.
Reveses legales
Los rajnishes no pudieron conseguir otro éxito más en mayo de ese mismo año, en su intento de desbaratar una audiencia estatal que estaba exponiendo la construcción inapropiada en el rancho. El estado alegó que la comuna cableó ilegalmente 600 tiendas en preparación para un festival mundial.
La audiencia estaba en una sala de conferencias en la Biblioteca Estatal de Salem. Un rajnishe contaminó el agua potable insupervisado con un nivel de sobredosis de Haldol. En un día, el jefe inspector de electricidad del estado se enfermó. Al día siguiente, la fiscal general adjunto Karen Green tuvo problemas durante el interrogatorio cuando su mandíbula, inexplicablemente, se paralizó.
Cuando la sesión terminó para ese día, la caminata de dos cuadradas de Green hasta su oficina se convirtió para ella en un calvario de media hora. Sus pies y piernas, regadas con Haldol, se acalambraban tanto que ella se quedaba paralizada en pleno camino.
Pero los envenenamientos no alteraron el resultado. El oficial de audiencias propuso una multa de $ 1 millón contra la comuna por el cableado.
Al mismo tiempo, los fiscales federales continuaron su ahora implacable investigación sobre el fraude de inmigración entre los rajnishes. Un gran jurado tenía reuniones durante largas horas, enfrentando una fecha límite para procesarlos pronto o volver a casa. Los rajnishes monitorearon el trabajo secreto lo mejor que pudieron, alarmándose cada vez más cuando un mediador federal de lengua suelta les decía que el gurú mismo podría enfrentar cargos criminales.
En el frente estatal, el Fiscal General Dave Frohnmayer estaba ganando ronda tras ronda en su esfuerzo por declarar Rajnishpuram como ciudad ilegal. En un momento dado, todo el personal legal de la comuna fue en tropel al complejo del gurú para darle una orientación legal. Aconsejado de que el caso era un asunto perdido, el gurú ordenó a los abogados a que continúen luchando. Perder el caso, sin embargo, significaba la pérdida de la ciudad y la base internacional para Rajnísh.
Sheela, mientras tanto, estaba concluyendo un viaje a Australia. Allí, ella estropeó gravemente un acuerdo de negocios. Recurriendo al consumo de drogas y al espionaje, Sheela alcanzó deshonestamente una participación en una compañía pública, sólo para ver su valor desplomado por la noche al enterarse de la noticia. La decisión le costó a la comuna cerca de $ 1 millón.
Cuando regresó al Rancho Rajnísh, se enfrentó a las demandas incesantes del gurú de expandir su flota de Rolls-Royces. Quería asegurarse de estar en los libros de récords como el hombre que poseía todo, y le estaba costando a la financieramente inestable comuna unos 200.000 dólares al mes. También exigía un reloj de $ 1 millón, diciéndole que desviara los fondos usados para las necesidades de la comuna, de ser necesario.
Luego, un jurado federal concedió $ 1,7 millones a una ex sanniasin de avanzada edad a quien no se le había devuelto un préstamo. Durante el juicio, Sheela envió un equipo a envenenar a la mujer, pero la misión fracasó.
Sheela hirvió cuando se enteró del veredicto. Se sentía traicionada por el jurado y por sus propios abogados. La comuna no tenía esa cantidad de dinero.
El camino a seguir se veía sombrío. Sheela vio sólo una única salida: homicidio.
Quería que Vic Atiyeh, un republicano en su segundo mandato, eliminara tres problemas importantes que afrontaban los rajnishes.
A su vez, ella eliminaría un problema que afrontaba el estado - qué hacer con miles de hombres sin hogar importados a Oregón para intentar alterar las elecciones locales, y que ahora están tirados en las ciudades aledañas a causa de los rajnishes.
Ella no pudo conseguir una cita con Atiyeh, pero su jefe de personal, Geraldine "Gerry" Thompson, organizó para la noche una reunión secreta en un edificio de oficinas del estado en el centro de Portland.
Thompson llegó con el jefe de la Policía Estatal Oregón, quien discretamente puso oficiales en todo el edificio. Sheela llegó con Swami Krishna Deva, el alcalde de Rajnishpuram y parte del escuadrón de trabajos sucios de la comuna.
Thompson, muy consciente de la volatilidad de Sheela, estableció las reglas. No habría gritos. No habría ninguna palabra soez.
Sheela empezó con sus requerimientos.
Ella quería que el gobernador ayudara a resolver los problemas de visado para que su gurú pudiera evitar la deportación. Ella quería que el Estado abandone su caso en la corte con el fin de buscar separar Rajnishpuram de su ciudad. Y quería que los obstáculos sobre uso del suelo fueran removidos para que la construcción de su complejo pueda continuar a buen ritmo.
A cambio, dijo ella, los rajnishes podrían ayudar a que las personas sin hogar que quedan regresen al lugar de donde vinieron.
Actuando bajo la autoridad de Atiyeh, Thompson dijo que no había trato. Cada vez más enojada, Sheela adoptó una conducta abusiva y profana.
Thompson finalmente estrelló la palma de su mano sobre el escritorio. "¡Eso es todo! Reunión terminada." Sheela se malhumoró más mientras salía por el vestíbulo, arrojando invectivas.
Pero Krishna Deva, más conocido como KD, volvió la cabeza hacia atrás para la oficina y le dijo a Thompson, "Continúa comunicándote con nosotros." Los dos establecieron un vínculo privado, y desde entonces él mantuvo a Thompson informada de los detalles más íntimos de lo que sucedía en el rancho, incluyendo el creciente peligro.
El temor de Sheela y su elite se profundizó. Ella aseguró la lealtad de todos ellos con privilegios que nadie más en la comuna tenía: habitaciones privadas, coches, vestuario especial. Juntos percibieron unas amenazas cada vez mayores desde fuera como desde dentro.
Temían que su gurú se viera perjudicado por los vigilantes o detenido por las autoridades en lo que ellos estaban seguros que sería un acto ilegal. Temían perder sus propios puestos exclusivos en la secta.
La apocalíptica visión del selecto grupo no fue compartida por los sanniasins de a pie, quienes se centraron en el trabajo diario, en la meditación y en elaborar una vida destinada a ser un modelo global. Ellos no compartían la paranoia de Sheela, y algunos estaban avergonzados de sus públicas diatribas.
Pero la mayoría solo miraba sin protestar.
Sabían que Sheela y su equipo ejecutivo castigaban con rapidez a escépticos y retadores. Los comunes y corrientes podían ser enviados sin aviso a una nueva vivienda o trabajo. Uno de los principales abogados de la comuna contrarió a Sheela y pronto se encontró conduciendo una topadora.
La más temida sanción era la expulsión.
Se les decía a los sanniasins que se quejaban que podían - o debían - dejar la comuna. Sin embargo, para llegar allí, en primer lugar, los fieles solían vender todas sus posesiones, donar la mayor parte de su dinero a la comuna, y cortar los vínculos con familiares y amigos de afuera. La mayoría verdaderamente creía que el Rancho Rajnísh era su hogar de por vida.
¿A dónde irían si eso les fuera arrebatado?
Brigada de Incendiarios
A finales de 1984, Sheela y su equipo estuvieron más desolados que nunca.
Estaban exhaustos. Para seguir adelante, Sheela contó con un régimen de medicamentos. Los nervios tanto la dejaban sin dormir que recurrió a un goteo intravenoso para la sedación. Para ella y los demás, la extenuación hizo que sus demonios aparecieran más amenazantes que nunca.
Uno era Dan Durow, el planificador del condado de Wasco cuyas medidas de ejecución ralentizaron o detuvieron construcciones en el rancho. Estaban especialmente preocupados de que él hubiese documentado construcciones ilegales en el rancho.
En su cerebro empañado de fatiga, Sheela razonó que Durow no podría actuar en contra de la comuna si su oficina fuera destruida. A altas horas de una noche de invierno a principios de 1985, Sheela se reunió con una media docena de otros para repasar las fotografías y mapas de la casa que había sido convertida en oficinas para el Departamento de Planificación del condado de Wasco. Decidieron prenderle fuego.
Sheela hizo un llamado a los operarios de confianza: Ma Anand Ava, nacida como Ava Avalos, y Ma Dhyan Yogini, nacida Alma Peralta; y Swami Anugiten, un arborista anteriormente conocido como Richard Langford. El equipo usó nombres falsos para alquilar un apartamento en Portland como casa segura y trajeron un Buick escondido en el aeropuerto para tales misiones.
Ava condujo al equipo al este en la autopista hacia The Dalles y cerca de la medianoche dejó a Yogini y a Anugiten a pocas cuadras de la oficina de Durow. Los dos, forcejeando, abrieron una ventana, se arrastraron dentro y cerraron las cortinas.
Durante aproximadamente una hora, Yogini y Anugiten revolvieron armarios y escritorios, esparciendo papeles gubernamentales por todas partes. Para iniciar el fuego, colocaron ocho velas dentro de pedazos cuadrados de cartón mojados con gasolina de mechero. La pareja quería que las velas actuaran como temporizadores, inflamando el cartón una vez que ellas se quemaran hasta abajo. Los dos incendiarios prendieron las velas, salieron sigilosamente de vuelta por la ventana, y la cerraron. Pero eso privó a las velas de oxígeno, y sólo dos velas funcionaron.
En su viaje de vuelta a la casa segura, los incendiarios se deshicieron de su ropa, impregnada de la gasolina de mechero. En Portland, llamaron a un directivo del rancho en una señal preacordada que significaba "misión cumplida".
De vuelta en The Dalles, un motociclista que pasaba llamó a la alarma, y los bomberos extinguieron rápidamente las llamas antes de que hubieran más daños. El calor fundió parte de la computadora principal del Departamento de Planificación, pero el disco duro se mantuvo intacto. Algunos papeles se quemaron, y otros fueron dañados por el agua. Pero Durow y su grupo estuvieron de vuelta en el negocio después de dos semanas.
Reveses legales
Los rajnishes no pudieron conseguir otro éxito más en mayo de ese mismo año, en su intento de desbaratar una audiencia estatal que estaba exponiendo la construcción inapropiada en el rancho. El estado alegó que la comuna cableó ilegalmente 600 tiendas en preparación para un festival mundial.
La audiencia estaba en una sala de conferencias en la Biblioteca Estatal de Salem. Un rajnishe contaminó el agua potable insupervisado con un nivel de sobredosis de Haldol. En un día, el jefe inspector de electricidad del estado se enfermó. Al día siguiente, la fiscal general adjunto Karen Green tuvo problemas durante el interrogatorio cuando su mandíbula, inexplicablemente, se paralizó.
Cuando la sesión terminó para ese día, la caminata de dos cuadradas de Green hasta su oficina se convirtió para ella en un calvario de media hora. Sus pies y piernas, regadas con Haldol, se acalambraban tanto que ella se quedaba paralizada en pleno camino.
Pero los envenenamientos no alteraron el resultado. El oficial de audiencias propuso una multa de $ 1 millón contra la comuna por el cableado.
Al mismo tiempo, los fiscales federales continuaron su ahora implacable investigación sobre el fraude de inmigración entre los rajnishes. Un gran jurado tenía reuniones durante largas horas, enfrentando una fecha límite para procesarlos pronto o volver a casa. Los rajnishes monitorearon el trabajo secreto lo mejor que pudieron, alarmándose cada vez más cuando un mediador federal de lengua suelta les decía que el gurú mismo podría enfrentar cargos criminales.
En el frente estatal, el Fiscal General Dave Frohnmayer estaba ganando ronda tras ronda en su esfuerzo por declarar Rajnishpuram como ciudad ilegal. En un momento dado, todo el personal legal de la comuna fue en tropel al complejo del gurú para darle una orientación legal. Aconsejado de que el caso era un asunto perdido, el gurú ordenó a los abogados a que continúen luchando. Perder el caso, sin embargo, significaba la pérdida de la ciudad y la base internacional para Rajnísh.
Sheela, mientras tanto, estaba concluyendo un viaje a Australia. Allí, ella estropeó gravemente un acuerdo de negocios. Recurriendo al consumo de drogas y al espionaje, Sheela alcanzó deshonestamente una participación en una compañía pública, sólo para ver su valor desplomado por la noche al enterarse de la noticia. La decisión le costó a la comuna cerca de $ 1 millón.
Cuando regresó al Rancho Rajnísh, se enfrentó a las demandas incesantes del gurú de expandir su flota de Rolls-Royces. Quería asegurarse de estar en los libros de récords como el hombre que poseía todo, y le estaba costando a la financieramente inestable comuna unos 200.000 dólares al mes. También exigía un reloj de $ 1 millón, diciéndole que desviara los fondos usados para las necesidades de la comuna, de ser necesario.
Luego, un jurado federal concedió $ 1,7 millones a una ex sanniasin de avanzada edad a quien no se le había devuelto un préstamo. Durante el juicio, Sheela envió un equipo a envenenar a la mujer, pero la misión fracasó.
Sheela hirvió cuando se enteró del veredicto. Se sentía traicionada por el jurado y por sus propios abogados. La comuna no tenía esa cantidad de dinero.
El camino a seguir se veía sombrío. Sheela vio sólo una única salida: homicidio.
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- Artículo original en inglés, del sitio oregonés www.oregonlive.com